dijous, 14 de gener del 2021

Vibraciones

El sol lucía brillante como la yema de un huevo frito, el oro de la cebada cubría los campos y la sombra del viejo olivo se convertía, un verano más, en nuestra joya más preciada. Fingías que dormías en el porche, ajena a la realidad, y yo fingía que me lo creía, pero ambos sabíamos que sería nuestro último verano. 

Me levanté a preparar la comida y te llamé cuando la mesa estaba preparada. Te acercaste musitando que hacía un calor espantoso y nuestras miradas se cruzaron un segundo. Vi el miedo dibujado en tus pupilas y aparté mis ojos de los tuyos, raudo. No tenía ningún interés en iniciar una de nuestras típicas discusiones improductivas e inacabables. Comimos en silencio, pero a pesar de esta ausencia de palabras, el silencio apenas nos incomodaba. Nos conocíamos hacía demasiados años y estábamos acostumbrados a coexistir en paralelo sin demasiados problemas. Recogí mi plato, lo llevé a la cocina y pregunté si querías postre, tal vez una manzana. Dijiste que sí, y decidí pelarla y servírtela troceada, como solía hacer antes. Conseguí pelarla de una sola vez, sin levantar el cuchillo de la fruta y observé que la piel rojiza serpenteaba hipnóticamente antes de arrojarla a la basura. Pensé en el paraíso de Adán y Eva, en la manzana, en la serpiente y en las tentaciones mundanas que nos apartan de lo verdaderamente importante. Yo aún te quiero, ¿sabes?. Y si empezamos de cero, grité desde la cocina. No respondiste. Mientras avanzaba por el pasillo en dirección al comedor, percibí un silencio artificial, interrumpido únicamente por el canto de las chicharras. Recordé haber leído en algún lugar que la vibración que emite una cigarra puede llegar a los 86 Hz y lo encontré realmente curioso, porque es la misma frecuencia a la que vibra el tazón de canto forjado a mano que trajiste del Nepal -o eso es lo que especifica la etiqueta exterior del cuenco dorado: "Potente efecto terapéutico, sonido rico, gran vibración, frecuencia 86 Hz"-. Qué extraño que dos cosas de naturaleza tan dispar, vibren en la misma frecuencia, ¿no?.

Cuando llegué al comedor, fingías que dormías. Y yo volví a fingir que me lo creía.








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