Per sort fa temps que he deixat de preocupar-me per com hauria de menjar el meu fill. M´explico: he deixat de preocupar-me perquè considero que té una bona relació amb el menjar i menja bé -ho veig jo, m´ho confirmen a l´escola i m´ho reafirma la seva salut-, però també he deixat de preocupar-me perquè fa temps vaig deixar d´escoltar els mil consells que et donen algunes persones sense que els hagis demanat. He deixat d´escoltar altres mares -perquè ja sabem que cada nen és un món, cada mare un univers i les comparacions són odioses- i ara em guio pel meu propi sentit comú. I sobretot, tinc en compte que el Max és una persona, i com tu i com jo, pot ser que de vegades no tingui tanta gana, o que de vegades li vingui de gust un menjar més que no pas un altre -s´han de tastar tots els aliments però ningú diu que hagin d´agradar-te tots-, o que de vegades mengi més a poc a poc i de vegades més ràpid. 
Així que, per si m´esta llegint algún pare/mare primerenc que pateix per aquest tema, penjo un article d´opinió de l´Eva Hache que m´he trobat a la premsa d´avui i que m´ha semblat molt interessant. Evidentment aquesta noia no és una experta nutricionista, però pel to del seu escrit, a mi em sembla una persona més que raonable. 
Perquè l´hora de menjar no ha de ser una tortura ni per tu ni per als teus fills!
Perquè l´hora de menjar no ha de ser una tortura ni per tu ni per als teus fills!
"He visto tanques de puré mucho más grandes que el niño al que se lo iban a embuchar. Desde fuera ya se ve: ese pedazo de tupper
 lleno de una plasta color caqui (por no decir caca) a ese estómago 
infantil no le cabe. No importa, es un bebé, no se va a quejar. Método 
cucharazo y tapón con chupete, traga y vuelta a empezar. ¡Qué niño tan 
hermoso! No, no está hermoso, señora, está rollizo porque come más de lo
 que debe. «Pero lo dice el pediatra». Sí, señora, El Pediatra: ese ser 
humano (en la mayoría de los casos) que estudió para curar enfermedades y
 que no estudió ni un mes de Nutrición. Ese profesional (en la mayoría 
de los casos) que le da a usted pautas de alimentación para que usted se
 quede bien tranquila porque los hijos no vienen con instrucciones y 
alguien nos tendrá que solucionar semejante papeleta. «La fruta por la 
tarde», porque todo el mundo sabe que si un bebé se come un plátano a 
las 12 del mediodía explotará en mil pedazos. Eso si antes no se ha 
atragantado hasta la muerte. 
Por eso, antes del invento de la batidora, 
la humanidad se extinguió a base de morir de arcadas.
 Luego pasaron los años y la humanidad se regeneró gracias a los 
anuncios de televisión que ofrecen mágicos productos bajo el eslogan «Lo
 mejor para tu bebé».
 Y como tú, lógicamente, darías la vida para que tu hijo tenga lo mejor,
 llenas tu despensa de miles de cosas plastificadas con ingredientes 
desconocidos pero que te dejan más tranquila. Venden papillas de ocho 
cereales con miel. Que levante la mano quien sepa ocho nombres de 
cereales sin mirar en Google. Y, además, no se recomienda introducir la 
miel hasta pasado el año porque puede resultar alergénica.
 ¿Hola? ¿Hay alguien? ¿Se puede poner el responsable de nutrición 
mundial? Ah, que está haciendo un curso en Madeira cortesía de esa marca
 de alimentos para bebés. Pues nada, que no se ponga. Y usted no ponga 
la tele y no vea anuncios. Todos los alimentos que salen anunciados son 
completamente prescindibles. No se anuncian patatas, ni alcachofas, ni 
cordero, ni mero. No se anuncian los alimentos de verdad, los que sí 
deben estar en un frigorífico para que tanto usted como sus hijos coman 
bien. Que esa es otra, utiliza usted mil triquiñuelas (por no decir 
chantajes, amenazas y castigos) para que sus hijos coman eso que usted 
ha decidido que se tienen que comer justo ahora, pero ¿cuántas veces le 
ha visto su hijo comerse una manzana a mordiscos? ¿De verdad cree que su
 hijo estará desnutrido por no comerse la coliflor? ¿De verdad no se la 
podemos cambiar por otra cosa que le guste un poco más? ¿Por qué no 
respeta usted sus gustos igual que los suyos propios? O es que usted, 
cuando va a un restaurante, elige coliflor porque es sano.
 A no ser que sea usted de esos que, a fuerza de ver anuncios, come 
cositas, terminadas en -ito o -ita: barritas, zumitos y jamoncito de 
York (ese jamón que el único cerdo que conoce es Peppa Pig), hágase el 
favor de compartir la comida con sus hijos. Igual que la comparte con 
sus amigos. Nadie le dice a un colega: «Si no te acabas el pescado, no 
hay postre». No convierta el arte de comer en la hora de la tortura, 
porque solo conseguirá pasar malos ratos y, de propina, que su hijo sea 
obeso o regalarle un desorden alimentario. Confíe en que su hijo no va a
 morir de hambre y llene su nevera de alimentos sanos. Ofrezca y no 
obligue, relájese y trate a su hijo como si fuera una persona.
 El truco está en disfrutar. No se enseña a comer, igual que no se 
enseña a respirar o a dormir. Simplemente hay que mostrar que comer es 
un placer."

 
Jajajaja! He rigut molt amb l'article de la Eva Hache. Però val a dir que hi ha nens, com el meu, que no volen NI TASTAR els aliments i per tant, posar-los el sopar a taula amb qualsevol novetat més enllà de l'arròs blanc i el pollastre arrebossat, es converteix en una discusió. Aquí una que no sap ben bé com gestionar-ho i aquí el seu fill, que amb cinc anys, no ha volgut tastar el fuet, l'ou ferrat, el pa amb tomàquet o les gambes, per numerar algunes coses. Ah! Ni els ganxitos!!! :'(
ResponEliminaPetons Pat!