La primera vez que oí hablar del síndrome de Diógenes me impresioné mucho porque era muy joven y no entendía cómo y de qué manera la soledad podía afectar a una persona mayor hasta el punto de encerrarse en su casa, aislándose del mundo, abandonando cualquier cuidado personal y dedicándose a acumular grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos.
A menudo, las personas que sufren este síndrome, reunen importantes cantidades de dinero en su casa o en el banco sin tener conciencia de lo que poseen y viven pensando que su situación es de extrema pobreza, lo que les induce a ahorrar aún más y guardar artículos sin ninguna utilidad. La mayoría de personas que sufren este trastorno son personas que se sienten solas, o no han superado la muerte de un cónyuge o familiar muy cercano o presentan cuadros depresivo. Por lo tanto, la soledad es el primer factor desencadenante de este síndrome que afecta mayoritariamente a personas de edad avanzada. Con frecuencia resulta difícil ayudar a quiénes sufren este trastorno porque evitan todo tipo de atención y no permiten que nadie entre en su hogar y conozca su "secreto".
A menudo, las personas que sufren este síndrome, reunen importantes cantidades de dinero en su casa o en el banco sin tener conciencia de lo que poseen y viven pensando que su situación es de extrema pobreza, lo que les induce a ahorrar aún más y guardar artículos sin ninguna utilidad. La mayoría de personas que sufren este trastorno son personas que se sienten solas, o no han superado la muerte de un cónyuge o familiar muy cercano o presentan cuadros depresivo. Por lo tanto, la soledad es el primer factor desencadenante de este síndrome que afecta mayoritariamente a personas de edad avanzada. Con frecuencia resulta difícil ayudar a quiénes sufren este trastorno porque evitan todo tipo de atención y no permiten que nadie entre en su hogar y conozca su "secreto".
Mucho más tarde, hace un par de años, empecé a escuchar hablar del síndrome de Diógenes Digital, que se basa en la acumulación de material multimedia y cuyo factor desencadenante parece ser la infinita información que tenemos a nuestro alcance -gracias a las nuevas tecnologías-, y nuestra imposibilidad de asimilarla: centenares o miles de correos en negrita que se acumulan en nuestro gmail y que no tenemos, ni tendremos, tiempo para leer, pero tampoco nos atrevemos a borrarlos por si acaso nos resultan necesarios más adelante - lo cual es incongruente porque desconocemos el contenido de tales mails-, descargas que nunca consultaremos, centenares de carpeta con fotos que no hemos vuelto a ver, videos que jamás visualizaremos y que se almacenan en nuestro ordenador sin orden alguno. Esta sobreexposición informativa nos conduce irremediablemente a hacer de la procrastinación parte de nuestra rutina -eso de archivar correos pensando que ya los leeremos más adelante o descargarnos pdf para consultarnos "otro día"-, de modo que siempre tenemos tareas pendientes por hacer y esto nos produce desconcierto, sensación de descontrol y estrés.
Y hace unos días, después de encontrarme con un amigo al que hace meses que no veía, descubrí el síndrome de Diógenes sentimental...
Lo sufrirían aquellas personas que se quedan atrapadas en las malas experiencias del pasado: coleccionan centenares de malos recuerdos en su mente y se dedican obsesivamente a recuperar esos recuerdos, reviviendo una y otra vez los mismos sentimientos negativos, sin que esto les suponga ningún beneficio, todo lo contrario, se sienten muy mal. Se aíslan del resto del mundo, atrapados por una espiral de pensamientos negativos sin sentido y almacenando cada día que pasa, más y más amargura. Da igual que durante un año no coincidas con esa persona porque cuando vuelvas a hablar con ella, te darás cuenta que su conversación es exactamente la misma de siempre. Porque en lugar de "archivar" definitivamente y para siempre un mal recuerdo, en lugar de intentar "eliminar" una mala experiencia, superarla y aprender de ella -experiencia que le produjo dolor, rabia, ira, rechazo, vacío, tristeza, impotencia-, las dejan en su "bandeja de entrada", totalmente accesible, para recrearse en ellos una y otra vez en un bucle doloroso sin fin, sin darse cuenta de que cuanto más amargados están, más experiencias negativas atraen. Entre los factores desencadenantes encontraríamos la falta de ilusión por el presente, la autoexigencia, la falta de autoestima, el no saberse perdonar, poca resistencia a la frustración...
Por desgracia, para el primer caso se necesita un diagnóstico, asistencia y tratamiento médico, porque se trata de un trastorno grave. Y por suerte, para el segundo y tercer caso, la solución la tienes tú.
Cámbiate. Ponte manos a la obra, trabaja en ti, vive el presente, deja que entre la luz, cambia de hábitos, desconéctate -de la tecnología o de los pensamientos en bucle-, haz deporte, intenta estar en contacto con la naturaleza, evita las quejas constantes, lee, ves al cine, esfuérzate por conocer gente nueva, estrena zapatos... Y piensa que la vida es una y todos los momentos que pierdas estresado o amargado son tiempo perdido que luego lamentarás no haber disfrutado. Así que apaga el móvil, "elimina" de una vez por todas esos pensamientos negativos y sal a la calle, que el sol te toque la cara y que el viento te despeine.
Lo sufrirían aquellas personas que se quedan atrapadas en las malas experiencias del pasado: coleccionan centenares de malos recuerdos en su mente y se dedican obsesivamente a recuperar esos recuerdos, reviviendo una y otra vez los mismos sentimientos negativos, sin que esto les suponga ningún beneficio, todo lo contrario, se sienten muy mal. Se aíslan del resto del mundo, atrapados por una espiral de pensamientos negativos sin sentido y almacenando cada día que pasa, más y más amargura. Da igual que durante un año no coincidas con esa persona porque cuando vuelvas a hablar con ella, te darás cuenta que su conversación es exactamente la misma de siempre. Porque en lugar de "archivar" definitivamente y para siempre un mal recuerdo, en lugar de intentar "eliminar" una mala experiencia, superarla y aprender de ella -experiencia que le produjo dolor, rabia, ira, rechazo, vacío, tristeza, impotencia-, las dejan en su "bandeja de entrada", totalmente accesible, para recrearse en ellos una y otra vez en un bucle doloroso sin fin, sin darse cuenta de que cuanto más amargados están, más experiencias negativas atraen. Entre los factores desencadenantes encontraríamos la falta de ilusión por el presente, la autoexigencia, la falta de autoestima, el no saberse perdonar, poca resistencia a la frustración...
Por desgracia, para el primer caso se necesita un diagnóstico, asistencia y tratamiento médico, porque se trata de un trastorno grave. Y por suerte, para el segundo y tercer caso, la solución la tienes tú.
Cámbiate. Ponte manos a la obra, trabaja en ti, vive el presente, deja que entre la luz, cambia de hábitos, desconéctate -de la tecnología o de los pensamientos en bucle-, haz deporte, intenta estar en contacto con la naturaleza, evita las quejas constantes, lee, ves al cine, esfuérzate por conocer gente nueva, estrena zapatos... Y piensa que la vida es una y todos los momentos que pierdas estresado o amargado son tiempo perdido que luego lamentarás no haber disfrutado. Así que apaga el móvil, "elimina" de una vez por todas esos pensamientos negativos y sal a la calle, que el sol te toque la cara y que el viento te despeine.
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