En la mitología griega, Pigmalión, rey de Chipre, buscó durante años una mujer para casarse. Pero
no acababa de decidirse porque quería que fuera perfecta así que
cansado de no encontrar a nadie que encajara con su ideal de belleza,
decidió dedicarse exclusivamente a crear esculturas preciosas para
compensar esta frustración. Y entonces se enamoró de una de sus esculturas más bonitas: Galatea.
No dejaba de pensar en ella día y noche, y a menudo se encontraba implorando a Afrodita -diosa griega del amor , la belleza y la sexualidad- rogando que su creación de marfil cobrara vida. Sin saberlo había superado sus propias expectativas con la creación de una escultura tan perfecta que se había enamorado locamente. Una noche, después de una celebración en honor a Afrodita, Pigmalión soñó vivamente que su amada se convertía humana. Afrodita conmovida por el sentimiento profundo del rey hacia Galatea, se compadeció de él e hizo que su deseo se hiciera realidad. Galatea, ya convertida en mujer, se enamoró perdidamente del rey y se casaron.
Cuando hay un suceso en el que la persona consigue lo que se ha propuesto previamente debido a la creencia de que puede conseguirlo, estamos bajo el efecto Pigmalión. Una profecía autocumplida. Un mecanismo por el que un resultado se acerca a las expectativas previas porque inconscienmente se ha modificado la conducta para que así sea. Una especie de expectativa propia o ajena que incita a las personas a actuar de manera que la expectativa acaba convirtiéndose en realidad.
Hasta aquí, supongo, todos estaremos de acuerdo en que el efecto Pigmalión sólo podría generar ventajas , pues creer en uno mismo o que los demás crean en nosotros, fomenta la autoestima y nos motiva a obtener mejores resultados.
El problema sin embargo, es que el efecto Pigmalión puede ser positivo o puede ser negativo y este ambigüedad ha generado numerosas controversias en su aplicación. Como muestra, un experimento real: en una clase de alumnos iguales, sin diferencias intelectuales, todos plenamente capaces de realizar las mismas tareas con resultados similar -aprobar el curso- se eligió a un profesor, se le sacó del aula y se le dijo que unos alumnos en concreto tenían una capacidad más elevada que el resto y un gran futuro por delante, mientras que otros alumnos tenían una capacidad más limitada y dificultades de aprendizaje que hacían presumir que no llegarían demasiado lejos. En realidad todos estos datos eran mentira, pero resulta que al finalizar el curso se observó que aquellos alumnos de los que se esperaba un alto rendimiento lo tuvieron y aquellos de los que se esperaba un bajo rendimiento, tuvieron unas calificaciones muy mediocres. Tuvo lugar el efecto Pigmalión.
No dejaba de pensar en ella día y noche, y a menudo se encontraba implorando a Afrodita -diosa griega del amor , la belleza y la sexualidad- rogando que su creación de marfil cobrara vida. Sin saberlo había superado sus propias expectativas con la creación de una escultura tan perfecta que se había enamorado locamente. Una noche, después de una celebración en honor a Afrodita, Pigmalión soñó vivamente que su amada se convertía humana. Afrodita conmovida por el sentimiento profundo del rey hacia Galatea, se compadeció de él e hizo que su deseo se hiciera realidad. Galatea, ya convertida en mujer, se enamoró perdidamente del rey y se casaron.
Cuando hay un suceso en el que la persona consigue lo que se ha propuesto previamente debido a la creencia de que puede conseguirlo, estamos bajo el efecto Pigmalión. Una profecía autocumplida. Un mecanismo por el que un resultado se acerca a las expectativas previas porque inconscienmente se ha modificado la conducta para que así sea. Una especie de expectativa propia o ajena que incita a las personas a actuar de manera que la expectativa acaba convirtiéndose en realidad.
Hasta aquí, supongo, todos estaremos de acuerdo en que el efecto Pigmalión sólo podría generar ventajas , pues creer en uno mismo o que los demás crean en nosotros, fomenta la autoestima y nos motiva a obtener mejores resultados.
El problema sin embargo, es que el efecto Pigmalión puede ser positivo o puede ser negativo y este ambigüedad ha generado numerosas controversias en su aplicación. Como muestra, un experimento real: en una clase de alumnos iguales, sin diferencias intelectuales, todos plenamente capaces de realizar las mismas tareas con resultados similar -aprobar el curso- se eligió a un profesor, se le sacó del aula y se le dijo que unos alumnos en concreto tenían una capacidad más elevada que el resto y un gran futuro por delante, mientras que otros alumnos tenían una capacidad más limitada y dificultades de aprendizaje que hacían presumir que no llegarían demasiado lejos. En realidad todos estos datos eran mentira, pero resulta que al finalizar el curso se observó que aquellos alumnos de los que se esperaba un alto rendimiento lo tuvieron y aquellos de los que se esperaba un bajo rendimiento, tuvieron unas calificaciones muy mediocres. Tuvo lugar el efecto Pigmalión.