Soy una persona que se resiste a los cambios, aunque a medida que voy cumpliendo años, opongo menos resistencia a ellos, porque mi experiencia personal me ha demostrado que, al final, los cambios siempre han sido para estar mejor - pese al vértigo que sentía cada vez que me olía que una etapa se había acabado-.
Ahora intento tener menos miedo, dejarme llevar, no resistirme, dejar que las cosas fluyan y que sea el tiempo quien apague mis temores. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto dejar ir?.
A menudo nos hacemos fuertes en nuestros sitio, nos agarramos con manos y uñas y miramos hacia otro lado para no ver que ha llegado el momento de soltar amarras. Porque esta historia, este tiempo, de esta manera, se ha terminado. Y aún cuando en tu interior lo sabes, te niegas a aceptarlo.
Porque dejar ir significa renunciar a algo o a alguién que nos importa muchísimo. Significa decir adiós para siempre. Implica una despedida no deseada - pero no por eso menos necesaria-. Y entender que habrá cambios y que ya nada será exactamente igual. Implica aceptar una pequeña muerte en nuestro
interior, y como todas las muertes, vendrá acompañada de tristeza. Y tenemos miedo de sufrir.
Tememos al tiempo de duelo que vendrá después de la tristeza. Un tiempo necesario para procesar y asimilar que ese algo, ese alguién, esa costumbre, esa rutina, ya no està en nuestra vida, ni volverá a estarlo. Tenemos miedo de no recuperarnos nunca más de esta pérdida. Tenemos miedo de no adaptarnos a la nueva situación, de no volver a ser felices nunca más.
Pero lo cambios no tienen porqué ser malos. Y sea como sea, la vida sigue: no te aferres a un presente incierto que ya no te hace feliz.
Tememos al tiempo de duelo que vendrá después de la tristeza. Un tiempo necesario para procesar y asimilar que ese algo, ese alguién, esa costumbre, esa rutina, ya no està en nuestra vida, ni volverá a estarlo. Tenemos miedo de no recuperarnos nunca más de esta pérdida. Tenemos miedo de no adaptarnos a la nueva situación, de no volver a ser felices nunca más.
Pero lo cambios no tienen porqué ser malos. Y sea como sea, la vida sigue: no te aferres a un presente incierto que ya no te hace feliz.
DEJAR IR
Dejar ir no significa dejar de cuidar, significa que no puedo hacerlo por otra persona.
Dejar ir no es aislarme, es darme cuenta de que no puedo controlar a los demás.
Dejar ir no es permitir, sino reconocer el aprendizaje de las consecuencias naturales.
Dejar ir es admitir la impotencia, que significa que el resultado no está en mis manos.
Dejar ir no es tratar de cambiar o culpar a otros, es sacar lo máximo de mí mismo.
Dejar ir no es cuidar, sino atender.
Dejar ir no es reparar, sino ser apoyo.
Dejar ir no es juzgar, sino permitirle a otro que sea un ser humano.
Dejar ir no es estar en el medio arreglando todos los resultados, sino permitir a otros que influyan en sus propios destinos.
Dejar ir no es ser protectora, es permitir que otro enfrente su realidad.
Dejar ir no es negar, sino aceptar.
Dejar ir no es regañar, reprender o discutir, sino buscar mis propios defectos y corregirlos.
Dejar ir no es ajustar todo a mis deseos, sino tomar cada día como viene y apreciarme a mi misma en él.
Dejar ir no es lamentar el pasado, sino crecer y vivir para el futuro.
Dejar ir es temer menos y amar más.
Louise Hay
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